sábado, 2 de abril de 2011

"Mi dos de abril con Malvinas".

Al principio del conflicto por Malvinas, ante varias solicitudes de opinión, expresé entonces que era una circunstancia que no iba prosperar a males mayores; interpretaba que consistía en una arriesgada jugada del régimen de turno para conmover los espíritus patrios argentinos, y que se resolvería en conversaciones diplomáticas.

     Tan acostumbrados estábamos a que dirigieran nuestros actos e ideas que creí que no cometerían – los gobernantes militares -, semejante desatino hasta llevarnos obligadamente a un enfrentamiento armado con Inglaterra, por más lejana que apareciera esa posibilidad, tanto como la distancia de su territorio para concretar operaciones de guerra, y por más que íntimamente quisiéramos esa reivindicación del resabio colonialista.

     Y justamente, fue ese sentimiento genuino el que aprovecharon para ir introduciéndonos en la contienda a favor del nuestros sentimientos, arcanamente direccionados desde los medios de comunicación pública y de los sectores  civiles, políticos y económicos cómplices. 

     (Cualquier coincidencia con historias que se repiten impunemente no es mera casualidad.)

Fue así, que caí en el juego consumado de insuflarme de valor para defender la patria, y como muy bien adiestrado en el servicio militar obligatorio – en la guerra antiterrorista – ex AOR y Oficial de Reserva, me dirigí al Comando en Jefe del Arma de Ingenieros del Ejército Argentino solicitando mi incorporación voluntaria. Como lo acredita el documento telegráfico correspondiente.

     Tal como siempre lo hice, mantuve y mantengo una muy buena actividad física deportiva. Así es que al punto comencé a correr a lo largo de la costanera de “Concepguay” para fortalecer e incrementar mi resistencia, a la par que continuaba con otras disciplinas que constituían  mi desempeño habitual.

     Todo era fervor, y el pueblo entero se volcaba entonces, sin distinciones de ninguna clase o bandería, a colaborar en la cruzada, cada uno en la medida de sus posibilidades.

Para esto, de visita en Buenos Aires en la casa de un militar amigo, persona cabal y sobre todo honesta, con el sentido del honor a la usanza de la formación tradicional, del ejército Sammartiniano, me invita a la sala y en un aparte de la reunión recreativa que convocaba aquel domingo a nuestras respectivas familias, me dijo algo así como: 

     Gustavo, sentate, tengo que decirte algo que no resultará agradable. 

     Y la verdad de los acontecimientos, ya en tiempo del desembarco inglés en las islas, fue un impacto emotivo que de no haber estado en esa condición, reposando, tal vez me caía o desmayaba de la cruda realidad con que nos atropellaban en el campo de batalla malvinense.

     Con unos camioncitos del tipo de los conocidos Unimog, pero adaptados con unos rollos de ancha, fina y resistente cinta metálica que se desplegaba al piso desde el soporte de adelante y era vuelto a arrollar en otro atrás, avanzaban así con continuidad sobre los terrenos inhóspitos sin resguardo ni prevención nuestra porque se consideraron intransitables.

     Y a pesar de la contrainteligencia y el temor a los Gürcas criollos, - un puñado de valientes y corajudos nuestros que incursionaban tras las líneas enemigas con terribles resultados-, se nos venían encima, a nuestros queridos muchachos.

     Ellos, los anglos, muy bien equipados, combatiendo aún en la noche con abrigos adecuados y armamento provisto de miras infrarrojas y …nos estaban cagando a palos. ¡!

Años me costó restablecer el equilibrio psicosensible, tantos como el que trae aparejado el transcurso del tiempo cuando las vivencias amenguan las malas impresiones. Y las situaciones cambian trayendo nuevas esperanzas.

    Fué el desbande de ese autoritarismo militarista; falto de convicciones de bien social, omnubilado por mantener sus privilegios, y puestos en rol dirigencial, llevaron a un pueblo orgulloso de su ejército libertador, inconscientemente, a librar una partida cruel para la esencia de nuestra propia historia de armas.

Al respecto recuerdo otra anécdota que pinta la impronta irresponsable frente a sus propios camaradas de armas, ante una realidad muy cara para el sentimiento argentino que muestra el rostro falso del oportunismo del poder sin el soporte de la verdad  de una legítima representación ciudadana.
     Y es la siguiente: 

     Fué un oficial, en funciones y allegado formalmente a Galtieri, el que aceptó, en préstamo el juego de buenos sillones de cuero para equipar el salón del casino de oficiales, - que me solicitó sin compromiso una mejor persona de nuestra ciudad -, donde ofrecían una recepción en oportunidad de la visita de aquel general a la Histórica.

     Y ello sin que mediara una invitación personal y/o familiar, - por mi condición peronista- , y, con las consideraciones del caso, debido a y tal como lo imponían protocolarmente -.

     Entonces, luego del desastre nacional, aquel  mismo oficial en servicio durante la guerra, decía del que fuera su Jefe, y Presidente - de facto - de todos los argentinos, que el mismo, durante la contienda, se la pasaba bebiendo whisky, ! borracho ¡…?#¡  

(s. e. u o.) / gpPP.-

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