Tal vez este enlace que reproduzco me llevó a preguntarme...
...si después de tanta comunicación virtual, desearías saber, como sentirías mi presencia real....
...y quise leerlo con genuina curiosidad...
...para luego resaltar la palabras que consideraba, sincera y cabalmente, se correspondían con mi manera de ser...
Para Tí, Mujer...
(...y mientras transcribo esta nota del blog, me transporta espiritualmente "La Fuerza del Corazón" cantada por Alejandro Sanz, hacia una amiga, entrerriana,virtual, que lo editó en su muro...)
Video: https://www.youtube.com/watch?v=K8CS9v6Fa9g
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Tendencias - (Reproducido de EC, Fb del 17-06-15
Hace poco, alguien que me sigue en Instagram publicó esta pregunta en una de mis
fotos:
“Cuando
ves a un hombre, ¿en qué te fijas primero?”
Estuve un
momento pensándolo. ¿En los ojos? ¿El pelo? ¿La sonrisa? ¿Los hombros? No,
ninguna de estas respuestas me encajaba. Cuando era más joven, me solían gustar
los hombres altos, delgados y con el pelo oscuro. Pero ahora, a mis 52 años, no
tengo un tipo de hombre concreto. Al menos, no un tipo de físico.
Me atraen los hombres con una sensualidad palpable. Pero, entonces, me pregunté: ¿qué es lo que da a un hombre ese atractivo que se percibe cuando pasa?
Le estuve
dando vueltas a la cabeza para recopilar imágenes de hombres que, a lo largo de mi vida, me han dejado sin aliento y me han
hecho estremecer sólo con su presencia. A veces me acordaba de cómo se le pegaba una camiseta a los
hombros, o de cómo me sostenía la mirada a través de una copa de vino.
Pero,
sobre todo, pensaba en las cosas
intangibles –cualidades, valores, rasgos del carácter– que un hombre tiene que
poseer para que yo quiera tirar los platos al suelo y subirme encima de la
mesa para llegar gateando hasta su regazo.
Y estas
son las 11 cosas que se me ocurrieron:
1.
Fuerza.
No me
refiero a cuánto peso puede levantar tumbado, aunque unos buenos pectorales no
hacen daño. Me refiero a la fortaleza
interior. Una fuerza arraigada en un hombre que sabe quién es. No hay nada más
sexy que un hombre con los pies en el suelo, consciente de los impulsos y la
rabia que pueden haberle descarrilado de joven, y con una seguridad en sí mismo
que expresa, sin arrogancia, que no tiene nada que demostrar.
2.
Vulnerabilidad.
Un
hombre no puede ser fuerte si no es
también vulnerable. Esto significa que es capaz de contarte lo que quiere, lo
que teme, la forma en que le haces sentir, lo que ha cambiado, lo que ha
superado, lo que puede con él. Sin
transparencia, no hay verdadera intimidad, ese ingrediente que hace que el sexo
siga siendo sensual cuando empieza a disiparse el subidón inicial de deseo.
3.
Integridad.
Este
ingrediente distingue a los chicos de
los hombres. Aunque al principio puedan encandilarte, los mujeriegos,
canallas y narcisistas utilizan las mentiras, los trucos baratos, el humo y los
espejos para su beneficio personal. No hay
nada sexy en un hombre que finge ser algo que no es, que carece de toda
profundidad de sentimientos, y al que no le importa el daño que va haciendo por
el camino. Si tuviera que elegir entre acostarme con Don Draper, de Mad
men, o Atticus Finch, deMatar a un ruiseñor, preferiría sin dudar un
instante al dulce abogado Finch.
4.
Inteligencia.
Una buena mente es sexy. El cociente
intelectual está bien, pero sólo es una parte de la inteligencia. El pensamiento crítico, una sed insaciable
de aprendizaje y un don para expresarse de forma original son rasgos ante
los que no puedo resistirme. No me importa lo guapo que sea un hombre; si no puede seducirme con su mente, no
habrá química sexual.
5.
Sentido del humor.
Un hombre sin sentido del humor es como una
ducha fría en las piernas. Para mí es imposible conectar con alguien
superliteral, hiperserio y que apenas se ríe. Para mí, la inteligencia y el
humor son compañeros de cama inseparables. La
gente inteligente lee los matices y ve el humor en las situaciones. Y el estilo
del humor es imprescindible. Aunque un hombre sea sexy, si su tipo de
gracia no encaja con la mía, la sensualidad no durará mucho.
6.
Cercanía.
Resulta
agotador intentar contectar con alguien aislado por muros. La compasión, la empatía, la sonrisa y la risa fácil son rasgos y
gestos que desarman en el mejor sentido de la palabra. La amabilidad es sexy.
Así de sencillo.
7.
Generosidad.
La tacañería me echa para atrás. Y no
sólo con el dinero, sino también con los sentimientos. Aunque despilfarrar el dinero y las emociones indica una falta de
control o de autoestima, el gusto por contar los céntimos y toquetear el
dinero sugiere una preferencia por las cosas antes que por las personas.
También he descubierto que los hombres tacaños no son tan buenos amantes como
sus homólogos más generosos. No es sexy dormir con alguien se reprime física o
emocionalmente en la cama.
8.
Cariño.
El cariño es la cercanía en acción. Un beso
suave en la nuca cuando pasa. Un dedo que se cuela por el agujero de mis
vaqueros para tocarme la rodilla. Que apoye la cabeza en mi pecho porque es uno
de sus lugares favoritos. Un hombre al
que le gusta tocar por el hecho del contacto, ya sea o no con fines sexuales,
resulta sexy.
9.
Capacidad de concentración.
Hace no
mucho tiempo, me sentía atraída por hombres tan ambiciosos que parecía que
funcionaban a motor. Lo que he aprendido es que ese tipo de ambición suele
esconder inseguridad, avaricia y hostilidad, cualidades que no seducen en
absoluto. La consciencia plena —mindfulness
en inglés– o la capacidad de estar presente en el momento aunque sea amargo es
la mejor forma de ambición, porque requiere un compromiso con el crecimiento
personal que no es apto para cardíacos. Un hombre que irradia seguridad en
sí mismo, que es capaz de mantener la
calma y la concentración de cara a los retos, consigue ponerme el vello de
punta.
10.
Compañerismo.
El único lugar en el que quiero que
me dominen es en la cama, y hasta ahí se necesita mi consentimiento.
En los demás contextos, quiero a un
hombre que no trate de dominarme, que entienda la necesidad del compromiso, la
reciprocidad, la comunicación y el respeto. No tengo ni tiempo ni paciencia
para hombres que juegan y controlan a las mujeres para sentirse más hombres.
11.
Seguridad en la cama.
La
verdadera confianza sexual no tiene nada que ver con el tamaño del pene, los
movimientos fluidos y el número de ligues que hayas tenido. Es un ambiente que destila una suave firmeza,
una capacidad para leer mi cuerpo y mi respiración, una perseverancia sensual
en un momento en que puede mirarme o no a los ojos, pero en el que se requiere
un deseo de mostrarse vulnerable y presente. Un hombre con mucha carga sexual,
consciente de sus necesidades y centrado en su expresión sexual me dejará sin
aliento y hará de mí una sumisa alfa
totalmente excitada en un abrir y cerrar de ojos.
He de
decir que muchas de estas 11 cosas no aparecían en la lista que tenía a los 20.
En aquella época, me atraían hombres de negocios engominados con coches flamantes
y que solían ir en manada.
No pasa nada por encajar en esta descripción, pero
la excitación se agota rápidamente si dentro no hay sustancia que la alimente.
Una de las ventajas de tener 52 años es que por fin he aprendido qué debo
buscar en un hombre.
Erica
Jagger
Este post fue
originalmente publicado en la edición estadounidense de ‘The
Huffington Post’ y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco
Serrano /Huffington Post
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